Los
metales preciosos fueron considerados como raíces fundamentales
de la riqueza. Si no los hubiese poseído en abundancia, el
descubrimiento del Nuevo Mundo no hubiera entusiasmado tanto a los
pueblos del Viejo Continente. Tras los metales preciosos vinieron
los españoles a México y en su obtención puso
luego la Colonia sus mayores esperanzas, las cuales fueron colmadas
por la extraordinaria riqueza de sus minas argentíferas. Lograse la opulencia, pero con supeditación a un manantial
inestable y corruptor. Las consecuencias de ello han sido padecidas
por el país durante largo tiempo.
Consumada la
conquista, los españoles concentraron sus esfuerzos en la extracción del oro.
Utilizando consigo esclavos e indios de encomienda como mano de obra, explotaron los
placeres acuíferos conocidos por los naturales. Pero no parece que hayan sido
muy abundantes los frutos de esta primera explotacion, pero gracias a ella
dispusieron de un medio de cambio que permitió iniciar tratos mercantiles con
la Metrópoli y adquirir ganados, semillas.
aprovechamiento de la tierra como la asi la creación de los primeros centros
comerciales regionales en donde se vendía y cambiaban productos de la corona.
Montada en esa riqueza comenzó a marchar la economía
novohispana, pues el oro como la plata atrajo a quienes lo buscaban
indirectamente, es decir, a los comerciantes, los agricultores y los artesanos.
El período de explotación duró hasta los años iniciales de la cuarta década del
siglo XVI, cuando comenzaron a beneficiarse las primeras minas de plata
descubiertas en Taxco, Zacualpan. Sultepec y Temascaltepec que ya en 1532 daban
buenos rendimientos. Pequeños hallazgos posteriores en diversas regiones de la
Nueva España incrementaron la producción argentífera, hasta que al norte,
Zacatecas y Guanajuato reveló sus inmensas posibilidades.
Tras esto se desarrolló
lo que se llamaría La "fiebre de la
plata" surgió, y ya no la extinguiría nada ni nadie; en grado más o menos
alto, según lo cercano o distante que se estuviera del sitio de un
descubrimiento sensacional, la padecería la Colonia hasta sus últimos días.
La minería colonial estuvo plenamente consolidada al terminar
el siglo XVI. Se caracterizó por la dispersión de sus focos. Los principales se
hallaron en las provincias norteñas, incrustados en sierras frías y formando
constelaciones de diversa extensión en tomo a tres astros mayores: Zacatecas,
Guanajuato y San Luis Potosí. Aplicado a la mayoría de los minerales, para ese
entonces estaba muy extendido el sistema de la "amalgamación" en
frío, llamado también "procedimiento de patio", que introdujo
Bartolomé de Medina en 1557 y que en el beneficio de la plata daba mayor
rendimiento que el sistema de fundición.
La minería formó un organismo muy peculiar
regido por normas especiales. Su célula básica fue el Real de Minas, o sea, el
centro urbano en torno al cual se congregaban varias explotaciones más o menos
próximas. Agrupados o individualmente según su importancia, los Reales de Minas
formaron distritos en los que había una diputación de minería, que tenía como principales
cometidos la defensa de los intereses de los mineros y la aplicación de las
ordenanzas propias de su industria.
La minería produjo
incalculables beneficios a la Colonia, a la Metrópoli y a Europa. Los vestigios
de lo que reportó a la Colonia están aún a la vista: la infinidad de lujosos
palacios y espléndidos templos, los primorosos muebles traídos de Europa y de
China, y tantas otras manifestaciones de prosperidad como las enormes haciendas
ganaderas y agrícolas. Sin embargo, este halagüeño cuadro sólo muestra el lado
bueno de la medalla, el cuerno de la abundancia, y recata el lado malo, las
lacras que la minería produjo.El aventurismo y la especulación de la peor.
índole fue una de ellas, pues en la minería casi todo estaba sujeto al factor
suerte y constituía un verdadero azar. La perdición física y moral de los
obreros fue otra, quizá la peor, de esas lacras; la minería los agotaba pronto
y los dejaba desamparados, cuando tullidos o enfermos no podían ya trabajar, y
en los reales mineros anidaba el vicio más rastrero y se refugiaban los
maleantes de toda laya. Los dos aspectos de la abundancia de la plata, el bueno
y el malo, quedan así colocados uno al lado del otro para su confrontación.